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Leasing de tecnología: no los compras, si los usas. El e-waste es tuyo?

Cada vez más empresas están adoptando modelos de leasing de tecnología: en lugar de comprar sus computadoras, impresoras o servidores, simplemente los alquilan. Es una alternativa atractiva: renovación tecnológica asegurada, sin preocuparse por la obsolescencia ni por el destino final del equipo usado.

Pero detrás de esa eficiencia operativa y económica se esconde un vacío ambiental preocupante. Muchas organizaciones, grandes y pequeñas, asumen que, como los equipos electrónicos no les pertenecen legalmente, su gestión como residuos electrónicos no es su responsabilidad.

La sostenibilidad se queda fuera del contrato

En empresas de todos los sectores —incluidas multinacionales de alimentos, servicios o consumo masivo— el esquema de leasing es la norma. El proveedor tecnológico instala el equipo, lo mantiene durante dos o tres años y luego lo retira para reemplazarlo por uno nuevo.

Internamente, nadie considera esos activos como parte del sistema de gestión ambiental. Los equipos se van “por la puerta trasera”: sin trazabilidad, sin garantías de tratamiento responsable, sin que sean registrados en reportes ESG o planes de sostenibilidad. Simplemente desaparecen.

Decir que el equipo «no es mío» porque está alquilado no es justificación suficiente para no incluirlo en los programas de sostenibilidad y gestión ambiental. El impacto ambiental no se define por la propiedad legal, sino por el uso del activo y su rol dentro de la operación de la empresa.

Si ese equipo fue utilizado durante tres años para producir, administrar, comunicar o entregar servicios, entonces su fin de vida útil y su potencial impacto también forman parte de la huella ambiental organizacional.

Y hay un argumento aún más contundente: la reputación no se alquila ni se terceriza. Si en un futuro los equipos de computación aparecen desechados en un basural, nadie va a revisar el contrato de leasing. El daño reputacional irá directo a la marca y a su promesa de sostenibilidad.

¿Qué dicen las normativas y los estándares globales?

Los reportes ESG y las auditorías ambientales suelen incluir los residuos generados durante la operación, aunque los equipos sean alquilados, e incluso aquellos derivados del mantenimiento realizado por contratistas externos

Se trata del principio de “residuos bajo control operativo” o “impactos indirectos generados en el uso”. Este enfoque, similar al de las emisiones de carbono de Alcance 3, reconoce que las empresas son responsables por lo que ocurre dentro de su cadena de valor.

Esto significa que, aun sin ser propietaria del equipo, se espera que la empresa pueda demostrar que:

  • El equipo fue gestionado adecuadamente al final de su uso.

  • Se minimizaron los impactos negativos asociados.

  • Existe trazabilidad, documentación y evidencia del destino final.

Las autoridades ambientales, los inversores responsables y los consumidores más conscientes ya no se conforman con que las empresas digan: “el proveedor se llevó los residuos”.

La sostenibilidad en la cadena de valor

Así como muchas organizaciones ya reconocen que sus emisiones de carbono incluyen lo que ocurre en el transporte, la logística o los insumos que compran, el mismo principio aplica a los residuos electrónicos generados por equipos alquilados en contratos de leasing o arrendamiento 

Las organizaciones no solo son evaluadas por lo que hacen directamente, sino también por lo que permiten o ignoran en su cadena de suministro. En sostenibilidad, delegar la ejecución no significa transferir la responsabilidad.

Si el proveedor tecnológico retira los equipos usados sin garantizar su correcto tratamiento, el impacto negativo sigue siendo parte del desempeño ambiental de la organización.

Las empresas líderes no solo gestionan sus propios residuos; también elevan los estándares de sus proveedores, integrando criterios ambientales en toda la cadena.

Y estos activos no pueden quedar fuera de los planes y reportes ambientales. Aunque no se gestionen directamente, deben incluirse como parte de la estrategia integral de sostenibilidad.

¿Por donde empezar?

Al comprender que la responsabilidad no se basa en la propiedad legal, sino en el uso e impacto, hay tres acciones concretas que cualquier empresa debe implementar:

1. Contratos con compromisos ambientales obligatorios

El leasing debe ir más allá del mantenimiento y la renovación. Los contratos deben incluir cláusulas ambientales claras que obliguen al proveedor a:

2. Inclusión en los sistemas de gestión ambiental y reportes ESG

Los equipos alquilados deben formar parte de los planes de gestión de residuos electrónicos, con indicadores, metas y mecanismos de seguimiento. Además, las empresas deben:

3. Supervisión activa del proveedor

Las organizaciones deben evaluar a sus proveedores de tecnología con criterios ambientales e incluir evidencias de trazabilidad en sus propios reportes. Si no hay información verificable, hay riesgo reputacional.

No podemos correr el riesgo de e-waste detrás de contratos de leasing 

Evitar el greenwashing es un tema que se discute mucho a nivel mundial. La sostenibilidad actualmente no se limita a “tener buenas intenciones”. Exige coherencia, trazabilidad y visión sistémica. El análisis de la cadena de valor y de los proveedores abre la puerta hacia oportunidades en reducción de huella de carbono, pero también oportunidades a la circularidad de equipos electrónicos

Y si hablamos de residuos electrónicos, no importa si el equipo fue comprado o alquilado. Si fue usado en las oficinas o en remoto; si lo usaron los colaboradores; y si fue parte vital de la operación… esta bajo la responsabilidad de la organización, que debe garantizar a través de sus proveedores el manejo técnico del e-waste

En una economía donde la sostenibilidad pesa tanto como el rendimiento financiero, seguir ignorando esta dimensión ya no es una opción. Las empresas que realmente quieren liderar deben ampliar su mirada, asumir lo que les corresponde y dejar de esconder el e-waste detrás de un contrato.