Tu basura vale oro, En Quito ya entendimos que no

Tu basura vale oro? En Quito ya entendimos que no!

Durante años se ha repetido la idea de que la basura vale oro, que es el tesoro de otros. Este concepto que pretendía promover la cultura de reciclaje se instaló en nuestra mente, y muchas personas esperan recibir algo a cambio por entregar baterías, aceites usados o residuos electrónicos. Pero Quito ha cambiado las reglas del juego!

Sin embargo, hoy ese modelo está mostrando sus límites y efectos negativos. Lo que antes se toleraba o incluso se promovía, ahora se está regulando. Cada vez más ciudades y gobiernos están dejando claro lo que los gestores de residuos y expertos ya sabíamos desde hace tiempo: gestionar residuos tiene un costo real, y alguien debe asumirlo.

La nueva Ordenanza de Quito, lo confirma: el manejo de residuos especiales (como el e-waste) peligrosos y no convencionales no puede seguir siendo gratuito, y mucho menos considerado como una forma de generar ingresos para quienes los genera, ¡para el contaminador!

El problema de la basura no es técnico. Es económico.

Muchos creen que el principal obstáculo para la gestión de residuos es la falta de tecnología o infraestructura. Sin embargo, la verdadera raíz del problema es económica: nadie quiere asumir el costo real de gestionar los residuos.

Esto da lugar a un modelo que no escala, no se profesionaliza y no resuelve el problema de fondo. A pesar de avances normativos o campañas de concientización, sin una estructura de financiamiento sólida, la gestión de residuos sigue siendo precaria. Cambiar esta lógica implica comprender que manejar residuos en general, y particularmente residuos especiales como los RAEE o peligrosos como pilas, aceites usados o lámparas, implica procesos complejos:

  • Cumplimiento de normativa, estándares, y certificaciones
  • Logística diferenciada,
  • Seguridad ocupacional y ambiental
  • Tecnología, maquinaría, procesos
  • Y en muchos casos, tratamiento en plantas fuera del país.

Todo eso tiene un costo, y ese costo no puede seguir siendo subsidiado o evitado. La gran mayoría de las ciudades en el país no cuentan con sistemas sólidos de gestión justamente por la falta de financiamiento y por no tener un esquema tarifario real y obligatorio.

Esperar que nuestra basura sea recolectada gratuitamente, o peor aún, que pague por recibirlos, es una irresponsabilidad. No se trata de un bien comercial. Se trata de un servicio ambiental que debe ser reconocido y financiado.

Por eso, la Ordenanza Metropolitana 090-2025 aprobada en Quito es un avance importante. Establece tarifas oficiales para que la Empresa Publica pueda cubrir los costos reales del servicio que presta: desde la recolección y el tratamiento, hasta la disposición final de residuos especiales y peligrosos. Ahora es una obligación formal y regulada, alineada con el principio de «quien contamina, paga».

tarifas basura quito

Un cambio de mentalidad necesario (y cada vez más global)

Lo que propone Quito con su nueva ordenanza no es una excepción, sino parte de una tendencia que ya empieza a consolidarse en la region. Uno de los ejemplos más recientes es Bogotá, que acaba de actualizar su modelo de reciclaje con un principio muy claro: los ciudadanos no pueden exigir ningún tipo de pago a los recicladores por entregar materiales reciclables.

Este cambio no es menor. Implica reconocer que separar residuos y entregarlos correctamente no es una buena acción, sino un acto de responsabilidad. El gestor o empresa municipal presta un servicio ambiental. El generador, por su parte debe cumplir con su obligación y rol como parte de un sistema, donde quien contamina debe pagar

En esta misma lógica, muchas jurisdicciones están impulsando esquemas de Responsabilidad Extendida del Productor (REP). Este enfoque busca que los productores e importadores se hagan cargo de los productos que colocan en el mercado, incluyendo su tratamiento y disposición final cuando se convierten en residuos.

Cuando estos sistemas se implementan correctamente, los roles quedan bien definidos:

  • El productor asume los costos desde el diseño y comercialización del producto.
  • El ciudadano entrega el residuo sin esperar incentivos económicos.
  • El gestor cobra por el servicio ambiental que realiza, no por el valor del material.

Este modelo rompe con la lógica tradicional de que el residuo “vale algo” para quien lo genera. En realidad, lo que tiene valor es el servicio que permite gestionarlo de forma segura, legal y ambientalmente responsable. Además, la REP permite distribuir los costos de manera más justa y estructurada. Deja de ser una carga para los municipios o los recicladores informales, y se convierte en un sistema con reglas claras, financiamiento asignado y metas medibles.

Una invitación a evolucionar

El propósito de normativas como la de Quito o el nuevo modelo de reciclaje de Bogotá no es castigar al ciudadano, sino invitarlo a ver las cosas desde una nueva perspectiva. Una más realista, más responsable y, sobre todo, más alineada con cómo funcionan los sistemas sostenibles en otros países que muchas veces admiramos.

Porque sí, nos encanta decir que “en Europa todo funciona”, o que “en Estados Unidos hay orden y cumplimiento”. Pero rara vez nos detenemos a pensar como lo logran y cuánto cuesta que eso funcione. Allá, los residuos no desaparecen solos. Se pagan. Se gestionan con estructura, con tarifas, con responsabilidad

Así como pagamos por servicios básicos como el agua, internet o la electricidad, también debemos pagar por un servicio ambiental tan esencial como la gestión de residuos. Especialmente cuando hablamos de residuos peligrosos o especiales, que requieren tratamiento técnico y complejo

Esto no es un castigo. Es una señal clara de que estamos listos para operar con estándares más altos, con lógicas mas responsables, e inclusive es una oportunidad de reducir la cantidad de residuos que generamos con el fin de reducir el costo de su gestión

Y quizás también sea hora de un cambio cultural más profundo, uno que incomode un poco, pero que nos haga evolucionar:

  • Que nos genere vergüenza cuestionar “¿y esto cuánto vale, cuanto me van a pagar, y que gano?” cuando desechamos basura?
  • Que nos sintamos mal al tratar de evitar los costos reales de nuestras actividades, buscando una «solución» gratuita?
  • Que entendamos que pagar por gestionar adecuadamente lo que generamos no es un abuso, sino una muestra de coherencia y responsabilidad

Dejar de esperar dinero por tus residuos como el ewaste no es una perdida. Es entender que el mundo está cambiando. Que el concepto de que puedo ganar con mi basura es obsoleto, y que debemos aprender a ser parte de un sistema que funcione bien, que sea una solución técnica real y lograr un Ecuador libre de contaminación por ewaste